viernes, 3 de octubre de 2025

EL PORTAL QUE CONDUCE AL JARDÍN DONDE FLORECEN LOS NÚMEROS

Este texto me dictó el inconsciente el 2 de enero de 2021. Lamentablemente dejé de escucharlo para ocuparme en otras cosas más urgentes y el dictado quedó inacabado.


El que no tiene disposición para lo «oculto» imagina que tras la vivencia visionaria no hay más que una «rica fantasía», «caprichos de poeta», o mera «licencia poética».

C. G. Jung


UNA VISIÓN PRIMIGENIA

El maestro de obras Luis Tusa conocía muchas historias asombrosas. Se refería a ellas como “las cosas que nos contaron nuestros mayores”. En ese entonces yo no las tomaba demasiado en serio por estar atareado en otros asuntos que mi lozana situación inducía a suponer más importantes. El maestro las relataba de un modo que era difícil saber si él mismo las consideraba creíbles o no. Tampoco hablaba mucho del tema. Normalmente no gastaba palabras en otra cosa que no fuera su trabajo. Pero, aunque desde las palabras procuraba restar crédito a la materia de sus relatos, su conducta delataba que en el fondo había mucho más que lo que estaba abierto a compartir. Cuando hablaba del portal, por ejemplo, abandonaba momentáneamente su actitud de viejo maestro albañil—con toda la dignidad que imponían su edad y experiencia, pero con el carácter sumiso que siempre mostró especialmente hacia mi padre—para asumir de forma involuntaria una condición altiva de anciano sabio, de guía, de auténtico heredero de algún tipo de tradición lamentablemente extinguida.

El maestro descendía de los habitantes de una antigua comuna a la que hoy en día se conoce con el nombre de Leopoldo Chávez o Rumihuaico, al pie del volcán Ilaló. Poseía extensas tierras de cultivo alrededor del pueblo. Era un buen esposo, padre y abuelo; un artesano cuidadoso, hábil, dedicado y paciente; un buen constructor y un buen amigo.

La primera vez que busqué el portal fue el día que supe de su muerte. No porque tuviera la más pálida esperanza de hallar el misterioso lugar, sino porque me pareció una forma emotiva de rememorar en soledad a ese entrañable ser. Volví a buscarlo en ocasiones acompañado de otras personas que se interesaron en el tema. Nunca hallamos nada, por supuesto. Era imposible—ahora lo sé—dadas la inapropiadas condiciones de la búsqueda. Pero la caminata hacia el interior de la montaña, alejados de cualquier indicio de “progreso humano”, mereció siempre el esfuerzo.

Algunos años después de esos acontecimientos construimos nuestro hogar a orillas del sendero que subía a la montaña, no muy lejos de la casa del maestro. Los asensos se hicieron cada vez más frecuentes pero con ello también cada vez más rutinarios y monótonos. Poco a poco perdieron su encanto hasta devenir en entrenamientos aeróbicos vistiendo una playera y pantalones cortos de poliéster y elastano, y con brazalete electrónico para contar los pasos.

Las enigmáticas historias del maestro Luis se disipaban, lavadas por el torrente impetuoso del tiempo y la apatía, cuando un día como otro cualquiera, sin ninguna advertencia, la logia secreta del cosmos se abrió frente a mí en la montaña. 

Pienso que el encierro obligado debido a la pandemia que azotaba el mundo tuvo que ver con su inesperada aparición. No hice ningún esfuerzo inusual ni recorrí un sendero nuevo, pero llevaba varios meses sin ver ni oír a nadie, gozando de mi espíritu y de mi soledad; alejado de perturbaciones ajenas. 

Sin programarlo voluntariamente, me hallé de pronto dispuesto a llevar mis propias cenizas al volcán para cambiarlas por fuego.

Como un divino Virgilio, el maestro Luis salió a mi encuentro bajo el dintel del propileo. No hicieron falta grandes gestos ni explicaciones. Apenas un “adelante amigo, te están esperando”. Permanecí un momento inmóvil, física y mentalmente impedido. Probablemente habría huido espantado ante cualquier otra especie de aparición. No así con el ser bondadoso, dueño de tantas gratas memorias, que se mostraba frente a mí. Franqueamos juntos el umbral e instantáneamente se replegó a mis espaldas la enredada madeja de la conciencia. ¡Durante cuánto tiempo había cargado esa pesada cortina!

AL OTRO LADO DEL PORTAL

El portal era una entidad cúbica de lado 4. Pero no una forma espacial u objetual como se podría suponer, sino más bien una textura o mejor dicho un entrelazado abierto hacia incontables horizontes y orientado con dirección 23°27' suroeste, de modo que, en los solsticios de diciembre, su eje cardinal coincidía con la trayectoria de los cuerpos del sistema solar, respecto al ecuador terrestre. Es imposible definir cabalmente aquel lugar empleando conceptos espaciales u objetuales convencionales. Es apropiadamente una entidad indecible. Pero si ayuda a apaciguar la imaginación se puede afirmar, sin engañar, que su estructura formal es comparable a la escultura “Hipercubo Galileo” de Estuardo Maldonado. Con la ventaja, por no encontrar un mejor término, de que en el portal el lugar donde convergen todos los planos de la escultura no ocupa un sólo punto en el centro sino extensiones infinitas en la periferia.

El maestro Luis caminó a mi lado un largo trecho. Ya has andado bastante. Será mejor dejar para mañana la visita a la obra. Allá arriba podrás descansar. Al llegar al pié de una elevación natural con bordes escarpados se detuvo y me indicó la dirección que debía tomar. En ocasiones puedo ir contigo, dijo, pero por ahora has de ir sólo. No debes temer. Es hermoso, más hermoso que cualquier edificio que soñáramos cuando aún teníamos aquellos sueños imposibles.

Ascendí por una escalinata hacia la explanada superior e ingresé a una pequeña sala que conducía al oeste. Proseguí en esa dirección por una rampa escalonada con un muro de piedra andesita gris y un monte de impecable naturaleza a mi izquierda; y un declive pronunciado que caía hasta un valle infestado de calles estrechas atormentadas bajo incontables edificaciones desproporcionadamente grandes, a mi derecha. Temía rodar por el precipicio hasta el valle y sobrevivir. Lamento incurrir en tantos detalles. Lo hago porque sospecho que tienen algún significado. El itinerario fue muy largo además.

Oscurecía a medida que la senda pasaba bajo un hermoso techo artesonado realzado con figuras geométricas y estrellas de oro. La luz del día alcanzaba a pulsar apenas las superficies de ciertas regiones interiores del lugar. Finalmente se puso muy oscuro. Durante unos minutos caminé a ciegas, confiando en la amplitud de las fauces de rampas escalonadas que conducían de un lugar a otro. 

Todavía sin distinguir ninguna forma visible pero ante la percepción de un sutil cambio en la atmosfera entendí que había coronado el monte. Avancé unos pasos más y rocé algo con el pie. Eran los 4 escalones de un basamento de piedra, cada uno con una letra diferente grabada en la contrahuella: L, S, V, T. Los subí. Ante mis ojos cada vez más adaptados a la oscuridad comenzaron a dibujarse las formas de un espacio que me resultó familiar. Estaba en un bar. Pero no en un bar cualquiera sino en el antiguo y desaparecido bar del Hotel Colón. Quienes recuerden ese maravilloso lugar, hoy convertido en un infortunado centro de convenciones, sabrán de qué estoy hablando. 

El antiguo bar La Pinta, no el actual, era un gran espacio de planta cuadrada con una barra también muy grande y cuadrada en el centro. Las paredes oscuras y escasamente iluminadas del perímetro dificultaban distinguir los límites de modo que parecía un lugar infinito. Alrededor de la barra había un cinturón de mesas circulares con dos o cuatro sillas, bajo la luz tenue de unas pequeñas lámparas, también redondas, como satélites luminosos colgados del techo. Todo orbitaba en torno a la barra que desde su posición nuclear irradiaba luz y calor a los objetos de la sala: valiosas pinturas y esculturas que probablemente se habrán perdido en la remodelación, floreros, botellas, ceniceros, algún turista desorientado y unos cuantos bebedores solitarios.

Antes de conocer el bar La Pinta yo ya lo había visitado en sueños, cuando era niño. Miraba el espacio desde el aire y las mesas redondas giraban lentamente al ritmo de las aspas de madera de unos viejos ventiladores de techo. Era un sueño recurrente. A veces no necesitaba más que cerrar los ojos para obtener una visión de aquel lugar.

Una persona con camisa blanca, brillante, me observaba desde el núcleo de la barra. Su luz propia dificultaba apreciar los rasgos de su identidad. Al aproximarme pude ver que era mi primo José Antonio. Para facilitar la comprensión de lo que voy a relatar, explicaré que el Toño era un hombre fuerte, un atleta innato ganador de varios premios de natación, atletismo y ciclismo. Pero además era un experto en gastronomía. Gozaba en la cocina o en el bar preparando los platos y cocteles más refinados que conocí. Alguna vez me hizo caer en cuenta que lo suyo era elaborar cosas magníficas, divertidas pero efímeras, que se disfrutarían velozmente, y que lo mío era intentar hacer cosas grandiosas, algo agobiantes, pero que soportarían mejor el paso del tiempo. En consecuencia con ese designio, su magnífico transcurso existencial fue demasiado breve. 

En cuanto lo reconocí pensé (con lo que quedaba de mi torpe razonamiento condicionado) en abrazarlo, pero en seguida entendí que eso no sucedería. No sé si fue por la noción de que él no podía ser real, en el sentido en que yo lo había conocido, o si fue el descubrimiento de que él y ese lugar constituían la autentica realidad y que yo sólo estaba de visita. Lo que era cierto, tan cierto que eso si se podía tocar, era la “distancia” que había entre ese mundo y la existencia que nosotros denominamos real. Finalmente perdió importancia el otrora acostumbrado abrazo, porque la sonrisa con que fui recibido fue más amplia y acogedora que cualquier otro sentimiento.

Me invitó a tomar asiento en la barra y dijo, Peque, estás preparando mal el Negroni. Lo haces sirviendo primero el gin, después el Campari y finalmente el vermut. Lo correcto es hacerlo al revés. Así me dijo. Y mientras hablaba vertió los ingredientes muy fríos dentro de una coctelera de cristal, primero el vermut, después el Campari y finalmente el gin. Agitó 4 veces el recipiente y sirvió en un vaso con hielo el líquido rubí acompañado de un fino espiral de cáscara de naranja. Haz la prueba y comprende.


Bebí el coctél, lloré—de todo menos de tristeza—y me dormí.


EL JARDÍN

Al amanecer desperté despreocupado, en paz, con ilusión, como sólo despierta un niño feliz su primera jornada de playa en un día festivo. Pero nació en seguida una idea inquietante que hizo que evitara abrir los ojos por temor a descubrir que la experiencia del portal había sido un sueño. Escuché a mi alrededor para asegurarme que no seguía vivo. A lo lejos se oían las voces de hombres y mujeres ocupados en sus tareas. Destacaban las órdenes del maestro Luis dirigiendo a los demás: 

¡Tiemplen la cuerda! No está suficientemente afinada ¡Ha de vibrar con la frecuencia de sus propias almas! 5 nudos aquí, 4 nudos allá y 3 a ese costado. 

Doce personas trazaban dos ejes perfectamente perpendiculares en la llanura. ¡No te quedes ahí parado! Gritó el maestro en cuanto me vio. Despierta de buen ánimo puesto que ves huellas humanas en la arena. Acércate a conocer las artes de Ptolomeo y Aristipo. ¿Pero qué están haciendo? Todo aquí es eterno, el portal, este jardín y sus palacios ¿Qué trabajo puede haber para un maestro de obras? Pregunté. No hay más que uno, para mí y para todos los maestros de obras que estamos aquí: la perpetua construcción del Laberinto, respondió el maestro.

Hubo unos minutos de silencio al tiempo que admirábamos las obras. 

Como si pudiera leerme la mente el maestro dijo sonriendo: No, no, no mi amigo, no se trata de un castigo. Para nada. Ni que estuviéramos construyendo esas cosas sin sentido que ordenaban ustedes los titulados. Eso si era una condena, como lo es eternamente allí abajo. Señaló al infierno y rió nuevamente, ahora incluso con más gusto. Por eso es que los titulados terminan allá devorándose a sí mismos.


Desde nuestra posición se podía observar la estructura del estrato exterior de la obra. No era el laberinto sino su envolvente. En ella se resolvía la cuestión de pasar de la Unidad a la diversidad, del cosmos al caos, del cero al infinito. Pude recorrer sus 8 estratos más básicos antes de trasladarme de la esfera al laberinto.


El creador del laberinto había dispuesto para empezar una superficie cuadrada de lado 1. Tomó la superficie y la comenzó a dividir así: primero trazó una línea por la mitad del cuadrado y dibujó la diagonal √2.  Con centro en un segmento lateral del cuadrado y con radio igual a √2 dibujó un arco de circunferencia para obtener el número de oro.


El diseño del primer estrato resultaba de las combinaciones admisibles para un conjunto de 3 elementos. 

 

Elementos de la serie Φn L/ 2


A= Φ1 L/ 2; B= Φ0 L/ 2; C= Φ-1 L/ 2; D= Φ-2 L/ 2

E= Φ-3 L/ 2; F= Φ-4 L/ 2; G= Φ-5 L/ 2; H= Φ-6 L/ 2


Estaba en un pequeño jardín contiguo a la logia trasera del portal. Era un lugar como no existe ninguno en la tierra, comparable si se quiere en dimensiones y en belleza, al jardín de la Villa palladiana de Francesco Pisani en Montagnana, pero mil veces más conmovedor. Desde allí se podía observar toda la estructura del laberinto. El creador primitivo del laberinto había dispuesto para empezar una superficie cuadrada de lado 1. Tomó la superficie y la comenzó a dividir así: primero trazó una línea por la mitad del cuadrado y dibujó una diagonal igual correspondiente a la raíz cuadrada de 2.  Con centro en un segmento lateral del cuadrado y con radio igual a raíz cuadrada de 2 dibujó un arco de circunferencia para obtener Φ

 

 


EN EL VALLE DE LOS CREADORES DESCONOCIDOS

Todos los que crearon cosas maravillosas que nunca fueron conocidas


LA LOGIA SECRETA DEL COSMOS


Emanuel te está esperando.


El lápiz es la herramienta del neurótico y el pincel la del psicótico


El arcano número 12. El colgado. Un hombre que se encuentra de cabeza, absolutamente tranquilo, formando con sus piernas una cruz. Es un hombre que se ha quitado de encima el peso de la neocorteza cerebral. Al mundo le hacen falta este tipo de hombres. El cerebro límbico, el sistema neuronal donde se albergaba el espíritu, está cada vez más comprimido bajo el peso de la hipertrofiada neocorteza cerebral.


desgarró el telón que ocultaba la escena donde estaban dibujadas las imágenes del cosmos


Los c...... que usan excesivamente la palabra “perla” y todos los científicos, sin distinción, van al infierno sin esperar al juicio final. Son asuntos que una vez que estás aquí ya no te sorprenden para nada.


lunes, 15 de septiembre de 2025

EL TONO PRECISO

Por José Miguel Mantilla Salgado. Escrito el 7 de diciembre de 2019.

Durante mucho tiempo me acosté temprano.

Todo es mentira. Queremos ir en contra de esta única evidencia porque venimos al mundo con un apego natural hacia la simetría y la euritmia. Somos necios. Aún tenemos un poco de organismo de tallo leñoso en nuestro ser. Un impulso vital nos obliga a luchar contra los abismos. Dejamos de hacer la fotosíntesis y de producir celulosa hace millones de años, pero, cual especímen homeostático elemental, seguimos atraídos por cualquier resplandor aun cuando no queda ninguna luz verdaderamente confiable sobre esta tierra.

Son magníficas las formaciones del mundo vegetal que crecen como símbolos cristalizados de la lucha entre el espíritu gravitacional de los radios terrestres concéntricos y su propia alma que se impulsa en el sentido contrario, hacia el sol. Una planta es una implosión de la materia dotada de vida bajo la presión de estas fuerzas opuestas que estallan a un ritmo inapreciable. Convendría hacer un dibujo de esto para que quede claro que no estoy diciendo estupideces, o convendría no hacerlo para librarme de una vez de los cerdos que no distinguen un garbanzo de una perla y que siempre han buscado y buscarán despedazarme. A estos les pido que cierren este espacio. A medida que vayamos conociéndonos más iremos haciéndonos más desagradables unos a otros.

Mi vida ha sido afectada por la mediocridad de las masas y ya es demasiado tarde para hacer algo al respecto. Hacer arte para ganar dinero, halagar al público, hacer trampas joviales o tristes payasadas es para mí la más innoble de las profesiones. Mierda, fui arquitecto por demasiado tiempo. Desde hace cinco años no he proyectado ni un cuarto de baño. Hace tres mi mujer me pidió que llame a una pareja de padres del colegio que quería desarrollar conmigo el proyecto de su casa. Me dio su número telefónico. ¡Qué me llamen ellos!, respondí. Si me necesitan, qué me llamen, como llamarían al dentista ¿O esperarían que el dentista los llame a ofrecer servilmente su integridad? Por eso el dentista cobra la consulta y el arquitecto, sólo a veces, y después de humillarse consigue que le reconozcan sus justos honorarios.

¡A qué estado de desesperación hemos llegado en esta profesión! Se vende la “primogenitura” por un plato de lentejas. En otras épocas los artistas también se negaban a sí mismos, pero sólo ofrecían este autosacrificio en aras de la honra divina. 

Un año y medio más tarde recibí la llamada de la señora Hidra de Lerna, hecho que ha sido descrito en la siguiente memoria del proyecto.

Amo la arquitectura como no la ama nadie. Por eso mismo odié ser arquitecto en esta época en la que a nadie le interesa realmente el oficio de los herederos de la casta de Senenmut. Durante 25 años lo intenté. Habría podido escribir 5 novelas y pintar 1000 cuadros pero dejé la mitad de mi vida en 178 proyectos que por razones ajenas a mi voluntad quedaron abandonados a medio camino. La primera llamada de un parroquiano o la decisión de participar en un concurso de arquitectura es sólo el inicio de un vía crucis sin sentido. Se entrega el alma a un mundo que desprecia las almas. Sí, el día que tomé la decisión de dejar de ser arquitecto, me quité una fatigante carga de los hombros y recobré mi libertad. Nací con una que otra virtud (casi todas desaprovechadas) pero no con la paciencia de soportar los caprichos de la gente. No me interesa hacer el menor esfuerzo para satisfacer los estúpidos antojos de mis adormecidos coetáneos. No me desvivo por simpatizar a una generación que se destacará en la historia del arte por la simple y única virtud de tener tatuado hasta el culo.

El gran arte que debía estar presente cuando se lo requería para iluminar las almas insatisfechas del mundo y elevarlas a la libertad, ya no está. Lo ha substituido un arte rastrero, al servicio de las modas, los negocios y las grandes industrias. Los corazones bendecidos que pudieron ser artistas, decidieron rematar su don al arte aplicado, al diseño, al audiovisual, a la ingeniería inmobiliaria, a la publicidad y a otras formas de pornografía. Por otro lado, el que ha decidido ser artista, es un artista de las corrientes de moda, artes colectivas que complementan el status quo dominado desde la industria. Tatuajes, grafitis, “maquillajes artísticos”, diseños de modas, “intervenciones temporales en el espacio público”, son muestras de la triste “resiliencia” de unos seres humanos resignados a las miserias del materialismo; seres humanos que en lugar de enfrentar el triste estado de las cosas, se limitan a adornar sus superficies, como las adorna un niño maltratado.

Como iba diciendo, todo es mentira. Vivo junto a una escuela y puedo ver cuando por la mañana llegan los niños acompañados de su padres. Los primeros me dan lástima. Los segundos me producen nauseas.   

*Pensaba iniciar este relato mencionando que durante mucho tiempo me acosté temprano. Pero qué clase de idiota comenzaría una novela ambiciosa con una frase tan pobre. 

jueves, 27 de febrero de 2025

¿ESTÁBAMOS PREPARADOS PARA LO QUE VIMOS?

“Quien acude al cine se ha acostumbrado a que una película tenga una historia, un tema, héroes y casi siempre un final feliz; y a menudo se va desencantado a casa porque no encuentra ninguno de ellos” (1). 

The Brutalist es el tipo de película en la que queda claro que el cine no es necesariamente una forma de arte subsidiaria de la literatura. En The Brutalist, el argumento no opaca la rica estructura que puede poseer la obra cinematográfica total. Es por esto que hará muy bien quien disfrute de The Brutalist como si se tratara de una composición musical disonante (al estilo de las sonatas de Alban Berg), o como un edificio con paredes sin enlucir, más que como una novela juvenil o una típica película hollywoodense. Aquí viene bien hablar de los “gustos adquiridos”, como los sabores amargos, que desagradan a los niños, pero embriagan a los poetas. 

The Brutalist es una película que toma como pretexto la creación arquitectónica para, en realidad, denunciar los desafíos de la creación cinematográfica, y que, finalmente, termina siendo una gran obra de “arquitectura cinematográfica”. No es una película sobre el brutalismo en la arquitectura (2).

Cuando digo que The Brutalist posee una gran “arquitectura cinematográfica”, me refiero a que los autores –Brady Corbet y Mona Fastvold– juegan de manera consciente y hábil con la estructura formal de la película, rompiendo los cánones estéticos de la cinematografía convencional. No hay recetas desgastadas en el ritmo, el formato, la extensión, ni siquiera en el rol que desempeñan los personajes en el desarrollo de la historia. 

El sistema VistaVision es parte del juego de desafíos a las convenciones. El mismo consiste en girar el área de impresión sobre el rollo de 35 mm para obtener un formato de mayor tamaño, del mismo modo en el que los arquitectos giramos las láminas A1 para obtener el formato A0. Con el juego VistaVision en marcha todos los ejes y rotaciones quedan invitados a la pantalla. Los realizadores lo saben, lo aprovechan y lo disfrutan. Sin embargo, no he escuchado a nadie destacar que cuando la Estatua de la Libertad aparece volteada, en realidad, esa es la manera en la que la imagen debería estar impresa sobre la cinta cinematográfica de 35 mm (si no se utilizaría el sistema VistaVision). El recurso de la rotación del plano cinematográfico aparece en varias ocasiones, especialmente para desplazar los símbolos fuera del eje acostumbrado. A la mencionada Estatua de la Libertad se suman otros símbolos en posiciones inusuales, como la cruz cristiana, o el capitel de las columnas clásicas. El movimiento de los créditos finales también transcurre en un eje desacostumbrado. Occidente aparece invertido, pero no podemos estar tan seguros de aquello, porque con el juego VistaVision todo el filme está rotado.

La estructura de The Brutalist es como un edificio de dos cuerpos, tipo cruz: el primero sigue los cánones de la narrativa convencional, en el sentido de que es lineal, rítmico, ordenado, armonioso y bello. A los tres minutos de comenzar la función se cita a Goethe en Las afinidades electivas: “Nadie es más esclavo que el que cree ser libre sin serlo”. En los momentos más dramáticos se escucha la música de Richard Wagner. Se emplean leitmotiv sonoros y visuales. No hay que dejar pasar esos detalles. La fabricación de una silla tubular se muestra como una sinfonía de acero y fuego. Para mí está claro que se alude a Sigfrido forjando su espada o a Wieland forjando sus alas en un intento de retomar el control de su destino (estos son mitos que una escandinava como Mona Fastvold lleva arraigados en el inconsciente) (3). Todo eso es muy bello y sobrecogedor.

Sigfrido forjando su espada en un intento de retomar el control de su destino

El segundo cuerpo del edificio-película rompe la estructura narrativa hollywoodense, resulta fastidioso y parece realizado de una forma torpe, pero te sobresalta y conmueve, como posiblemente ocurrió con La Consagración de La Primavera hace 100 años. Todo el tiempo tuve la sensación de que alguien dentro del cine comenzaría a abuchear la obra antes de que terminara. El ritmo que se percibe es violento, terrible e incluso desagradable, como podría considerarse que ocurre en la superficie tosca de un edificio brutalista o en la composición de un collage del cubismo sintético. La moneda tirada al aire con irrespeto, la noticia de que otro arquitecto intervendrá en el proyecto, la escena de la pareja enfrentada a la intimidad tras muchos años sin verse, el tren accidentado, los gritos de dolor en la noche, los símbolos invertidos, la brutalidad de las canteras de mármol, la violación, la acusación y el desenlace en el altar de los sacrificios… son demasiados imprevistos sucediéndose a un ritmo repugnante.

¿recuerdas el objeto que vimos, alma mía, aquella hermosa mañana de estío tan apacible? (4)

Nadie tiene el ánimo de escuchar las notas de One for You, One for me en la escena que sigue al sacrificio en el altar, casi al final de la película. Por si eso fuera poco, la imagen cambia a un formato tipo Betamax, totalmente desatinado, ochentero y desagradable. La actriz que antes hacía de sobrina ahora hace de su hija. Todo parece estar mal y es confuso; pero está increíblemente bien calculado. Es una película brutalista ¡El final es insoportable y estos tipos son unos genios!

Se podrían decir muchas cosas más acerca de este filme que te deja en un estado pensativo y emocionado. Si se quisiera, se podría analizar su enfoque político, religioso e ideológico. Con mis amigos lo fuimos a ver dos veces. La primera vez nos mordimos la lengua al salir de la función. "No estábamos preparados para lo que vimos, es comprensible". Era mejor callar y dejar que el inconsciente procesara la experiencia (5). 

Al Adrián no le resultó tan marcada la diferencia entre las dos partes de la película. Percibió unas capas superpuestas que le otorgaban unidad y resaltó las referencias al cine clásico. El Omar hizo algunos comentarios acertados sobre los símbolos. The Brutalist está llena de ellos y “hay que ser buenos leyendo las señales”. Así dice el millonario señor Lee Van Buren en la película. La segunda vez que fuimos a verla me pareció muy distinta. Incluso la segunda parte me resultó relativamente afable y armoniosa. Una vez advertido de los sobresaltos, el ritmo resultó natural a lo largo de toda la historia. La volvería a ver, de nuevo, si alguien se apunta.

(1) Extracto del libro Esculpir en el tiempo (1985), por Andréi Tarkovski.

(2) Según la Marisol, analizar The Brutalist desde la historia de la arquitectura es como pensar en Friends desde la paleontología.

(3) Los mitos de Sigfrido (Siegfried) y Wieland (Völundr) estan asociados con el acto de forjar, no solo en el sentido literal de trabajar con metal, sino también con la idea de moldear el propio destino con ansias de libertad (y de venganza). Por sin queda alguna duda, en ese preciso momento, la voz en off de la película describe el nacimiento del estado de Israel como un acto de forjar su destino.

(4) Tomado del poema 29 de Las Flores del mal (1857): "A una carroña", por Charles Baudelaire.

(5) Cuando Lee Van Buren se disculpa por su reacción violenta al encontrar la biblioteca transformada, Lázlo Tóth le responde: "No estaba preparado para lo que vio, es comprensible".

viernes, 28 de julio de 2023

REMINISCENCIAS DEL ANTIGUO SCAMILLI

Los arquitectos de la antigüedad estudiaban detalladamente las uniones entre las diferentes partes de los edificios. Gracias a Vitruvio conocemos que el término scamilli indicaba el arte de formar las molduras en las zonas próximas a las juntas entre elementos compositivos. También gracias a él tenemos una idea tan poco clara de los scamilli. Sin embargo podemos estar seguros de que este recurso buscaba hacer que las uniones fueran agradables a la vista, proporcionando a la materia su expresión ideal.


El recurso estético del scamilli se ha simplificado mucho en la actualidad pero sigue vigente en detalles como la "media caña" -esa estrecha línea de sombra que trazamos intencionalmente entre los elementos de hormigón y las mamposterías o entre los diferentes elementos de hormigón de una estructura. La media caña es la manifestación reveladora de la naturaleza puramente simbólica de la expresión decorativa.

La media caña no es estructuralmente necesaria, ni se justifica en tal sentido. Tampoco es constructiva o materialmente indispensable. 

La media caña es una reminiscencia del scamilli de la tectónica antigua.

lunes, 28 de diciembre de 2020

LA CONQUISTA DEL MONTE EVEREST

Por Leopoldo Ante 

a Tori, Salva y Paz, mis niños conquistadores


Faltaban aún 5 minutos para salir al receso de las 11, pero los niños del “5to A” ya corrían ruidosamente por el patio de la escuela en dirección al Monte Everest. Al interior de nuestra aula, el licenciado Tovar—el inflexible profesor de lenguaje—no terminaba de explicar la tarea. Volteé ligeramente la cabeza hacia Nico. Él también me miraba, y sus grandes ojos negros, brillosos, daban señales de enojo e impaciencia. Un poco más atrás estaban Claudio y Xavier. Claudio señaló el reloj de pared que se hallaba junto a la pizarra e hizo un gesto con los hombros al tiempo que sus labios y sus pobladas cejas parecían preguntar ¿Ya es hora o qué?

 

Al otro lado del aula se sentaban Julio y Marito. También ellos se mostraban ansiosos y buscaban con la mirada alguna explicación entre los rostros igualmente confundidos de los demás niños de la clase. El licenciado Tovar se acercó a la ventana y echó un vistazo afuera. Dio unos pasos, miró el reloj de pared que se hallaba junto a la pizarra y se preguntó a sí mismo en voz baja: ¿Cómo es posible que cada vez los niños del “5to A” salgan al patio antes de la hora del receso? Es una falta de disciplina. Cerró el libro que tenía entre las manos, recogió sus papeles y se sentó en silencio. Esperó hasta que el reloj de pared que estaba junto a la pizarra marcara las 11 en punto, y entonces dijo con enfado, casi gritando: Vamos, ordenen sus cosas y salgan al recreo, ¡vayan!

 

Nico, Andrés y Julio fueron los primeros en llegar a la puerta. Eran los más pequeños y ágiles. Los seguimos Marito, Claudio y yo. Atrás nuestro llegaron Xavier, Mateo y el Santi que eran los más altos y corpulentos.

 

Atravesamos estrepitosamente la escuela. En pocos segundos llegamos a la base del Monte Everest. Como en todos los recreos los niños del “5to A” ya habían conquistado la cumbre y colocado en lo alto su bandera negra con rojo. Nos correspondía la parte más difícil, sacarlos de allí a la fuerza, trepando por el costado, resistiendo sus golpes y halándolos o empujándolos fuera.

 

A pocos metros de distancia, las niñas comenzaron el ritual del juego de saltar el elástico. Sus saltos, giros y figuras imposibles me causaban admiración. Lo hacían entre dos, con otras dos compañeras sujetando el elástico en la base de las pantorrillas. Una empezaba adentro y la otra era invitada a entrar:

 

«¿Te invito a qué?

A un café

¿A qué hora?

A las tres

Una, dos y tres

Café con leche y leche con café»

 

Volvían a empezar hasta que pasaban todas, incluidas las del otro paralelo. La niña que había entrado primero debía salir al acabar la canción. Todo esto sin detener la comba. El licenciado Tovar y el profesor del grado rival se situaron a la sombra de un árbol, en medio de nosotros y el grupo de las niñas. Desde allí nos miraban, fumaban y discutían entre sí.

 

El Monte Everest era un alto montículo de tierra proveniente de la excavación para la construcción del nuevo coliseo de la escuela. Permanecía allí pese a que las obras habían terminado hace tiempo. Tenía la forma perfecta para invitar, en cada recreo de aquel año, al enfrentamiento violento entre nosotros y los niños del “5to A”. Julio se adelantó y comenzó a forcejear contra Villalba. Marito tropezó en la ladera y su cara golpeó de lleno en el lodo causando la burla de nuestros rivales y aumentando en nosotros la ira. Desde lo alto, el mono Gutiérrez ondeaba su bandera para hacer aún más detestable y humillante nuestra posición.

 

Las niñas inventaban nuevos pasos y subían la altura del elástico, hasta las rodillas, hasta la cintura, hasta el pecho, aumentando la dificultad del juego:

 

«Una dola,
Tela catola,
Quila, quilete,
Estaba la reina
En su gabinete
Vino Gil, apagó el candil
Candil candilón
Cuéntalas bien
Que las veinte son,
Policía y ladrón»

 

El Troya, uno de los niños más fuertes del “5to A”, lanzó una patada que impactó en la cabeza de Nico. Su pequeño cuerpo salió disparado, de espaldas, cuesta abajo. El Sevilla con un pesado palo que hacia girar sobre la cabeza se encargó de liquidar a Andrés a Julio y, con un poco más de dificultad, a Xavier. Claudio equilibró en algo la balanza a favor nuestro sujetando el cuello de Mosquera quien luchaba por liberarse con la cara enrojecida y la frente marcada de venas hinchadas de encono y dolor. Nico, con la nariz ensangrentada, acudió a cobrar venganza. Yo sujeté el brazo de Molina intentando derribarlo. Recibí algunas patadas pero no lo solté y, cuando finalmente perdió el equilibrio, rodamos juntos hasta el pie de la colina y al lodo. La batalla duró todo el recreo, como una coreografía atroz.

 

«Patiné, patiné, patinaba una niña en París

Resbaló, resbaló y a la acera de enfrente cayó

Y de pre, y de pre y de premio le vamos a dar

Un vestí, un vestí, un vestido para patinar»

 

Al finalizar el receso los niños del “5to A” seguían en la cima. Nosotros, en la base, con los cuellos de las camisetas rotos y toda la ropa manchada de lodo, lagrimeábamos de impotencia y dolor. Nos faltaba el aliento para intentar una nueva arremetida ¡Será ma Claudio.﷽ncia y rencora el a base sin aliento para intentar una nueva o A"almente, el escabullidiso ñana desgraciados! gritó Claudio, pero ninguno de nosotros lo secundó. Nos falló el ánimo y la confianza. Escuchamos las risas burlonas provenientes de la cima del Monte Everest.

 

El regreso al aula fue muy triste. Lo recuerdo todavía con la misma sensación de pesar. Nico me mostró entre lágrimas el collar que había arrancado del cuello de Mosquera. Perdimos, pero al menos le quité esto a ese maldito, dijo, con la voz entrecortada por la agitación y el llanto. Camino al baño, a lavarnos, cubrimos nuestros rostros bañados en sudor, lodo y sangre para que las niñas no los vieran.

 

            «Sangre cuajada de primera división

            me voy al cementerio para hacer la digestión

            mi casa es un castillo, mi cama un ataúd

            mi plato favorito son las tripas con pus»

 

Esa noche no pude dormir. Recordaba la escena de la derrota. Visualizaba los rostros manchados de mis amigos, las lágrimas recorriendo sus mejillas, el desprecio de las niñas cuando pasamos junto a ellas.

 

            «Una y diez

            lávate los pies

            no me da la gana

            tenía que ser

            Ale la marrana

            Uno, dos, tres y cuatro

            Se venden cerillas en el estanco

            Y papel para fumar

            Por eso se llama estanco nacional»

 

Por la mañana salí de casa sin desayunar para llegar a la escuela antes que el licenciado Tovar. Ingresé al aula y adelanté el minutero del reloj de pared que colgaba junto a la pizarra. Nadie más lo sabía. No quería involucrar a mis amigos en la infracción.

 

Gracias al reloj adelantado salimos al receso 10 minutos antes de las 11. Julio, Nico, Marito, el Santi, Xavier, Mateo y yo corrimos emocionados en dirección al Monte Everest. Nos detuvimos unos segundos al pasar frente al salón del “5to A” para asegurarnos que los rivales seguían en su interior. Desde la ventana nos burlamos de ellos y corrimos a ganar la cumbre, por primera vez. Marito tuvo el honor de plantar nuestra bandera blanca y verde. La vimos ondear con fuerza, propulsada por vientos de justicia y vindicación.

 

Esperamos emocionados la llegada de nuestros contrincantes. Sin embargo, eso nunca ocurrió. En su lugar arribaron los trabajadores de la construcción del coliseo, seguidos de enormes volquetes y máquinas retro-excavadoras. Venían a llevarse nuestro preciado Monte Everest. Si los niños del “5to A” ya habían sido unos rivales difíciles, los trabajadores de la construcción, con sus monstruosas máquinas, representaban una amenaza superior. Pero la montaña era al fin nuestra y no la íbamos a perder sin resistir. Defenderíamos a muerte la cumbre y la posición de la bandera blanquiverde.

 

Los motores de las poderosas retroexcavadoras hacían temblar la tierra. La vibración se confundía con el titiritar de nuestros cuerpos colmados de asombro, inocente optimismo y dicha.

 

28 de diciembre de 2020

jueves, 10 de diciembre de 2020

VIVIENDA PROPIA EN CONDOMINIO

VIVIENDA PROPIA EN CONDOMINIO

EL FOMENTO A LA PROPIEDAD PRIVADA DE VIVIENDA URBANA

COMO PARTE DE UNA ESTRATEGIA GEOPOLÍTICA,

EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA FRÍA

 

Por: José Miguel Mantilla S.

 

Ensayo elaborado para el seminario “Vivienda social en América Latina,

 en el marco de las reflexiones del CINVA”

 Programa de Doctorado en Arte y Arquitectura

Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia

Diciembre 2020

 

 

“¡Nuevo año! Y una oportunidad más de hacerse propietario”

Encabezado de un anuncio publicitario divulgado en el periódico cubano “El País”

antes de la revolución comunista


Asumimos a veces que la vivienda propia urbana es un anhelo legítimo y consustancial a las necesidades básicas del ser humano. Olvidamos que los mecanismos financieros y legales que la hacen posible y, además, accesible a un gran número de habitantes de las ciudades latinoamericanas, no existieron sino hasta la segunda mitad del siglo pasado. Perdemos de vista que el perfeccionamiento de los sistemas financieros de ahorro y crédito para bienes inmuebles, el impulso a la creación de leyes en materia de propiedad horizontal, la formación de gremios profesionales de arquitectos y el establecimiento de normas arquitectónicas para la vivienda en condominio, sucedieron, en América Latina, paralelamente a la introducción de los planes del programa de ayuda económica, política y social de la Alianza Para el Progreso.

 

Que una casa fuera propiedad de sus habitantes no era habitual en las ciudades de América Latina hasta la segunda mitad del siglo pasado. La vivienda propia era normal, eso sí, en las áreas rurales, donde el campesino la construía, muchas veces él mismo; pero no en las áreas urbanas, donde el apartamento y el cuarto en casa de vecindad, en condición de alquiler, eran los modos habitacionales típicos.  En Panamá, por ejemplo, según el censo de 1950, el 87,2% de las viviendas eran propias en el campo, pero sólo el 17,6% lo eran en las ciudades (OEA, 1957, p. 109)[1]. De igual forma, los datos censales de vivienda disponibles desde 1938 en Colombia indican que, en la ciudad de Bogotá, el número de viviendas habitadas por sus propietarios fue menor al número de viviendas en inquilinato precisamente hasta la década de 1960 (Ver cuadro de resumen de los censos de vivienda en Colombia).

 

El acelerado crecimiento de la población urbana, el alto costo de la tierra urbanizada y las escasas posibilidades de pago de las familias que migraban desde el campo, parecían indicar que la diferencia numérica entre inquilinos y propietarios se acentuaría aún más, a favor de los primeros, en todas las ciudades del país. De hecho así sucedió a lo largo de la década de 1950, cuando el porcentaje de viviendas propias habitadas disminuyó 6 puntos porcentuales a nivel nacional, tanto en las ciudades, abarrotadas de nuevos pobladores, como en el campo, donde muchas casas propias quedaron desocupadas. Esa tendencia, sin embargo, se revirtió en la década siguiente gracias a las acciones del Consejo Interamericano Económico y Social de la Unión Panamericana.

 

1. El primer Censo Nacional de Edificios y Viviendas y el CINVA

 

Dos hechos importantes relativos a la vivienda se suscitaron, en Colombia, en 1951. En mayo de aquel año se realizó el Primer Censo Nacional de Edificios y Viviendas; y, al mes siguiente, se creó el Centro Interamericano de Vivienda y Planeamiento—CINVA. Ambos acontecimientos respondían a la agenda de los organismos interamericanos impulsados 3 años antes en el “Pacto de Bogotá”.

 

Los informes de la época sobre lo que se denominó el “Problema de la Vivienda Económica” advertían la gravedad de la crisis habitacional en América Latina y anunciaban la posibilidad de que la situación se agravara rápidamente (OEA, 1958, p. 96). Se temía que el problema adquiriera “características pavorosas” con el potencial de despertar el descontento popular y desencadenar la revolución social (OEA, 1958, p. 114).

 

Si bien la situación habitacional se agravó en todas las ciudades de la región, pudo ser mucho más contraproducente (para los intereses de los organismos interamericanos) si no se tomaban, a tiempo, una serie de medidas que facilitaron el acceso de las clases económicas medias a una casa propia. Las medidas funcionaron. Sorprendentemente, en Bogotá, entre 1951 y 1985, el número de viviendas creció el doble que lo que aumentó el número de habitantes. Y lo que es más asombroso es que durante el mismo periodo, pese a la migración poblacional desde el campo, el número de viviendas propias aumentó 16,8 puntos porcentuales respecto a otras formas de tenencia, como el inquilinato, que disminuyó 13,6 puntos porcentuales (DANE, 1954) (DANE, 1984).

 

El I Censo de Edificios y Viviendas señala que en 1951 habían 72.882 viviendas habitadas en Bogotá. La cifra del IV Censo de Edificios y Viviendas de 1985, es de 899.150 viviendas habitadas. Las cifras para viviendas propias y en inquilinato de 1951 son 30.824 (40,3% del total de viviendas habitadas) y 40.956 (53,5% del total de viviendas habitadas) respectivamente. En 1985, en cambio, las viviendas propias superaban por más de 12 puntos porcentuales a las viviendas en inquilinato: 677.506 (54,0% del total de viviendas habitadas), las primeras y 522.387 (41,6% del total de viviendas habitadas), las segundas. De acuerdo a los censos, Bogotá tenía 648.324 habitantes en 1951 y 3’334.617 en 1985. El número de viviendas propias superó al de viviendas en inquilinato pese a que la población de la ciudad se multiplicó por 5 durante ese periodo (DANE, 1954) y (DANE, 1984).

 

No es demasiado descabellado suponer que en la segunda mitad del siglo XX, por primera vez en la historia de Latinoamérica, el número de viviendas propias superó al de otras formas de tenencia de vivienda urbana. Tampoco es exagerado afirmar que las ciudades de América Latina son, en gran medida, el resultado de las formas de tenencia de vivienda propia ingeniadas en el contexto de la Guerra Fría como mecanismos de contención ante la amenaza de la propagación del comunismo soviético.

 

2. El contexto internacional

 

Desde el siglo XIX, la unión de los estados americanos—el panamericanismo—persiguió dos objetivos fundamentales: garantizar la seguridad regional y mejorar las relaciones comerciales entre los países del continente. La vivienda de bajo costo en América Latina concernía a ambos objetivos. Desde el punto de vista de la seguridad, el acceso a la vivienda y a otras necesidades básicas se consideraba un prerrequisito para la estabilidad política, social e ideológica en el continente. Desde el aspecto económico, la construcción de viviendas con el apoyo de los organismos estatales nacionales, ofrecía la oportunidad de expandir comercialmente los productos financieros de la banca internacional. A partir de la década de 1950, la contención del comunismo se convirtió en el objetivo prioritario de la Unión Panamericana[2].

 

Los años posteriores a la Segunda Guerra estuvieron marcados por las tensiones políticas entre el bloque occidental, liderado por los Estados Unidos, y el bloque comunista, liderado por la Unión Soviética. Ambas potencias compitieron por la influencia de sus propios sistemas ideológicos en el resto del mundo. Desde la Doctrina Truman, de 1947, las estrategias políticas exteriores de los Estados Unidos, se propusieron ayudar a los países libres del dominio soviético con el fin de garantizar su estabilidad, ganar aliados y salvaguardar su propio bienestar interno. Las primeras “políticas de contención” norteamericanas se limitaron a la creación de programas de ayuda económica, como el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa. Posteriormente, en la década de 1950, los programas de ayuda internacional se ampliaron al ámbito técnico, jurídico y de defensa a nivel mundial; para finalmente reforzar, en la década de 1960, en Latinoamérica, las dimensiones económicas y sociales en el marco de la denominada Alianza Para el Progreso.

 

El programa Alianza Para el Progreso pretendía ser una revolución pacífica y democrática, inspirada en el éxito de los programas de apoyo a la reconstrucción de las economías de Europa occidental. En palabras del Presidente Kennedy, la Alianza Para el Progreso sería “un plan de diez años destinado a hacer de la dCambio sociale cidental (REF, p. 5) "ios y miembros del Congreso de los Estados Unidos.diplomanza para el Progreso, en un vasto écada de 1960 en Latinoamérica, una década de progreso democrático” con el apoyo y respaldo de los EEUU hasta que “cada república americana sea dueña de su propia revolución de esperanza y progreso” (Acevedo, 2003, p. 4).

 

El estímulo a la actividad privada sobresalía entre los objetivos del programa. Uno de los compromisos fundamentales de los países signatarios buscaba impulsar el acceso de la población de bajos recursos a la propiedad privada. El primero a través de la ejecución de “programas de vivienda en la ciudad y en el campo para proporcionar casa decorosa a los habitantes de América”. El segundo mediante programas de reforma agraria con miras a distribuir la propiedad de las tierras agrícolas hacia un mayor número de personas. Los EEUU ofrecían invertir 20.000 millones de dólares en estos programas (Acevedo, 2003, p. 10).

 

De acuerdo a la Constitución de los EEUU los proyectos de ley para asignación de dinero para ayuda exterior debían originarse en la Cámara de Representantes. La comisión designada por la Cámara escuchaba las declaraciones tanto de los partidarios como de los detractores de los proyectos. Una vez aprobados por la Cámara, los proyectos eran remitidos al Senado donde eran debatidos y votados nuevamente. Sólo después de que la Cámara de Representantes y el Senado daban su aprobación final, el proyecto llegaba a la Casa Blanca para ser firmado por el Presidente, lo que lo transformaba en Ley (Acevedo, 2003, p. 56).

 

La documentación respecto al interés de los EEUU por fomentar la propiedad privada de viviendas en Latinoamérica es abundante. Para esta investigación preliminar se consultó el documento “Study of International Housing”, publicado por el Subcomité de Vivienda del Senado de los EEUU, en marzo de 1963. El estudio es un compendio de artículos preparados por 35 académicos y expertos en vivienda para instruir a los senadores norteamericanos previo a la aprobación de los tratados internacionales en materia de vivienda. Es, por tal motivo, una muestra significativa del enfoque político que había detrás de los programas norteamericanos de apoyo a la vivienda de bajo costo en la región.

 

Los artículos desarrollan la problemática de la vivienda de interés social desde la perspectiva del apoyo internacional. Las interrogantes que buscaban responder los autores fueron: ¿Cuál era el problema sociopolítico en la región? ¿En qué posición se situaba el apoyo a la vivienda de interés social entre las distintas formas de apoyo que buscaban mejorar las relaciones internacionales de los Estados Unidos? ¿Debía priorizarse el apoyo a la vivienda? (United States Senate, 1963).

 

El rol del Centro Interamericano de Vivienda y Planeamiento­ es discutido en múltiples ocasiones en los artículos del estudio. “No cabe duda”, sostiene Eric Carlson, ex director de la institución, “que los esfuerzos del CINVA son importantes y que sus programas han contribuido al fortalecimiento técnico frente al problema del déficit de viviendas en Latinoamérica. Pero debe recordarse que el CINVA es una institución solitaria en la región y que su producción total es limitada en comparación con los requerimientos y la aceleración que demandan los programas de la Alianza Para el Progreso” (United States Senate, 1963, p. 323). Carlson añade que, si bien las necesidades son todavía muchas, los Estados Unidos están al borde de cosechar los frutos a los esfuerzos de los últimos 15 años (United States Senate, 1963, p. 316).

 

Las diferencias entre vivienda pública en renta, vivienda en cooperativa y vivienda en propiedad privada es otro tema recurrente en las páginas del estudio. Se rechaza la alternativa de programas de vivienda pública alegando que en los países subdesarrollados no hay una tradición hacia el mantenimiento y el respeto por la propiedad pública (United States Senate, 1963, p. 303). Así mismo se destacan las ventajas de ampliar el número de propietarios de vivienda como un  medio efectivo para el fortalecimiento de la democracia en la región. “La propiedad privada de vivienda urbana es el equivalente moderno de la reforma agraria. El acceso a la propiedad privada es un prerrequisito para la estabilidad política, social e ideológica” afirma Williard W. Garvey, presidente de la compañía World Homes, Inc (United States Senate, 1963, p. 183).

 

En un artículo de 2012, titulado “Public Housing and Private Property. Colombia and the United States, 1950-1980”, Amy C. Offner (autora del libro The Rise and Fall of Welfare and Developmental States in the Americas) sostiene que los programas de vivienda de la segunda mitad del siglo XX ilustran el enfoque de las políticas sociales de la época y exponen el origen de las políticas neoliberales de vivienda. Offner sugiere que en nuestra región, gracias a las políticas de la Alianza Para el Progreso, se perfeccionó el concepto de la vivienda como mercancía. “Hacia la década de 1960, Bogotá y otros países en vías de desarrollo produjeron una forma distintiva de vivienda publica privatizada que tuvo repercusiones en otras partes del mundo en desarrollo y en los EEUU” (Offner, 2012, p. 26). “Los programas públicos de vivienda en Colombia no eran públicos de ningún modo. Fueron programas de propiedad privada de vivienda respaldados por créditos estatales”, concluye la autora (Offner, 2012, p. 26).

 

4. Cambios en las legislaciones nacionales

 

Al tiempo que los Estados Unidos reorientaban sus políticas de apoyo a la vivienda propia en Latinoamérica, las legislaciones nacionales se adaptaban con relativa agilidad a los nuevos requisitos normativos gracias a la asesoría técnica de la Asociación Interamericana de Abogados. El reto consistía en definir el marco legal para la división de lo común mediante el empleo de la figura del condominio.

 

Durante la década de 1950, en todos los países de América Latina se preparó el escenario para la venta masiva de viviendas que se vivió en la región después de la entrada de los programas de la Alianza Para el Progreso. Colombia fue uno de los primeros países latinoamericanos en aprobar un régimen especial de propiedad en el que los dueños de las unidades privadas son copropietarios de los bienes comunes en proporción a su coeficiente de propiedad: la ley 182 de diciembre de 1949. En 1951, la Asociación Interamericana de abogados celebró en Montevideo una conferencia a la que fue invitada la Asociación Nacional de Registradores, cuya tarea a desarrollar fue la “Propiedad Horizontal”, acordándose en dicha conferencia varias resoluciones que fueron antecedentes directos de la Ley Decreto No. 407 del 16 de septiembre de 1952. En México se construyeron los primeros edificios destinados a ser vendidos por departamentos en 1953, incluso antes de que se decreten las disposiciones legales en materia de propiedad por pisos. Esto ocurrió al año siguiente, el 30 de noviembre de 1954. Hacia 1960 casi todos los países de Latinoamérica poseían un régimen especial de propiedad horizontal. Las asociaciones nacionales de arquitectos se crearon en esa misma década en todos los países de la región.

 

En pocos años la vivienda en condominio pasó de ser algo inusual a convertirse en una de las formas de propiedad de vivienda urbana más frecuentes para las clases sociales media y alta en el subcontinente. El deseo de los Estados Unidos de fomentar en Latinoamérica un tipo de propiedad privada de vivienda urbana, a bajo costo, se hizo realidad. La profesora Offner refiere que mientras en los EEUU se construía vivienda pública subsidiada y vivienda en cooperativa, en Puerto Rico se optaba por convertir a las familias de escasos recursos en propietarios mediante préstamos que comprometían la mayor parte de sus ingresos así como los recursos estatales para el bienestar social (Offner, 2012, p. 27).

 

5. Cambios en la estructura curricular del CINVA

 

También el CINVA se adaptó a las nuevas políticas internacionales de fomento a la propiedad privada de vivienda.  Así se evidencia en el “Informe sobre el Seminario de financiamiento de vivienda y servicios públicos en América Latina” del mes de abril de 1959. El seminario se llevó a cabo al mismo tiempo que se firmaba en Washington el Convenio Constitutivo del Banco Interamericano de Desarrollo[3], y se orientó exclusivamente a promulgar el tema del mercado monetario de la vivienda y su financiamiento.

 

Esta frase del informe que reposa en los archivos del CINVA sintetiza el espíritu del seminario y del “Problema de la vivienda” como era concebido en ese momento: “En verdad, todo el aspecto financiero de la vivienda podría definirse como la provisión a las familias consumidoras necesitadas, de recursos monetarios para el fortalecimiento de su demanda por la propiedad o el arrendamiento de viviendas que cumplan ciertas normas de habitabilidad, a distintos niveles de precios o arrendamientos, de acuerdo con las necesidades y los niveles económicos familiares” (CINVA, 1959, p. 12).

 

La comisión de expertos que participó en el Seminario recomendó que, en los siguientes años, las actividades del CINVA se orientaran al estudio del financiamiento de los programas de vivienda y servicios en América Latina. Se requirió al CINVA elaborar un análisis de las modalidades del financiamiento de los programas de vivienda y servicios existentes en América Latina y el desarrollo de los instrumentos que permitieran una expansión de dichos programas, incluida la posibilidad de invertir los fondos públicos de seguridad social en vivienda. Se propuso la elaboración de manuales sobre programación sectorial de la vivienda y servicios públicos dentro del desarrollo económico nacional y manuales sobre programación del aumento de la demanda por vivienda y servicios públicos. Se recomendó además la organización, entre julio de 1960 y junio de 1961,  de cursos sobre el financiamiento de la vivienda y servicios públicos destinados a funcionarios de las instituciones gubernamentales y privadas de la región.

 

Conclusiones

 

Lejos de llegar a ser un estudio académico riguroso y completo, el presente ensayo busca sentar las bases para una reflexión sobre la tenencia de vivienda urbana y la ciudad latinoamericana contemporánea. Surgen las siguientes preguntas:

 

¿En qué medida el incremento de propiedad privada de vivienda urbana evitó que se generalice la revolución comunista encendida en Cuba en 1957? ¿Cuál habría sido el destino de las ciudades Latinoamericanas si no se producían ni las amenazas comunistas ni las intervenciones panamericanistas? ¿Cuál fue el rol de los arquitectos en la legitimación del concepto vivienda-mercancía? Y, quizás la pregunta más importante: ¿Qué otras vías posibles de acceso a la vivienda urbana, como la vivienda en propiedad cooperativa[4], dejaron de producirse gracias al estímulo a la propiedad privada de vivienda y al apoyo de los organismos interamericanos a la institucionalización de la figura legal del condominio?

 

NOTA:

En estos días (diciembre 2020) se habla de la cotización del agua en la bolsa de valores.

Personalmente creo que la amenaza del comunismo requería medidas importantes. Desde mi punto de vista es una bendición que el comunismo soviético no se haya propagado por Latinoamérica. Pero, por otro lado, quedó en la región el problema de la vivienda urbana como objeto de consumo.

Este artículo puede servir de advertencia ante el problema de que una necesidad tan básica como la vivienda, o el agua, lleguen al punto de ser concebidos como objetos de consumo, como medios de enriquecimiento.

Probablemente dentro de 50 años alguien tenga que recordar a nuestros nietos que alguna vez el agua tampoco fue una mercancía.

 

 


[1] Me refiero al caso de Panamá porque es la información disponible en los documentos digitalizados del archivo CINVA y porque el censo de diciembre de 1950, en Panamá, fue uno de los mejores censos realizados en América hasta la fecha (OEA, 1957, p. 107). Lo óptimo sería conocer las cifras de los primeros años del siglo XX en el territorio colombiano.

[2] En la X Conferencia Panamericana, celebrada en Caracas, en 1954, los países miembros de la OEA resolvieron cooperar activamente entre sí contra el avance del comunismo internacional.

[3] El Seminario de financiamiento de vivienda y servicios públicos en América Latina se inauguró el lunes 6 de abril de 1959. El Convenio Constitutivo del Banco Interamericano de Desarrollo se firmó esa misma semana, el miércoles 8 de abril.

[4] Otra alternativa habría sido la vivienda pública (estatal) de alquiler. Pero lamentablemente el manejo de lo estatal en las naciones latinoamericanas ha dado muchas veces la razón a los senadores norteamericanos que dudaban de nuestra capacidad de manejar la propiedad pública.